jueves, 25 de octubre de 2012

Las monjas


Las Monjas
Hace algunos años un grupo de amigos viajaba hacia la ciudad de El Progreso en la zona norte de Honduras cuando al aproximarse al puente denominado El Comandante vieron que delante de ellos iba un busito de color blanco. En aquel tiempo la carretera no era pavimentada y había mucho polvo, razón por la cual no podían ver quiénes viajaban en aquel auto. El conductor aceleró y puso las luces altas en señal de que le pasaría al busito, fue entonces que los amigos vieron con claridad que unas monjas viajaban en el vehículo. Siguieron detrás de ellas y antes de llegar al puente no supieron qué rumbo tomó el bus porque había desaparecido misteriosamente.
Al siguiente día se supo en todo El Progreso que un grupo de muchachos fue sorprendido por un carro fantasma en el que viajaban unas monjas. Pocas personas creyeron la historia contada por los muchachos y otros se rieron de los jóvenes diciendo que a lo mejor andaban con sus tragos y que todo era producto de su imaginación.
-Oíme Rolando, ¿vos crees esa increíble historia de las monjas que desaparecieron misteriosamente al llegar al puente El Comandante?
-Mmm... esa papada está un poco rara y confusa. Vos sabés que por estos lados abundan los sacerdotes, pero son raras y contadas las monjas que vienen a estos pueblos de la costa.
-¿Oíste lo que dijeron, verdad?
-¿Qué dijeron?
-Que antes de llegar al puente el busito donde viajaban las monjas se había echo humo, pero es imposible que desaparezcan así nomás, ahí es parejo, además, es imposible que hayan caído en el río. ¿Y vos conocés a los que viajaban detrás de ese busito?
-Conozco al más viejo de ellos. ¿Por qué no vamos a preguntarle qué fue lo que sucedió? Vamos para que te des cuenta de la verdad.
Con la inquietud de saber más sobre las monjas, los dos amigos se trasladaron donde vivía uno de los testigos del extraño suceso.
El hombre los recibió amablemente y les contó lo sucedido.
-Lo que les he contado no es un invento ni producto de la imaginación, además, ninguno de los que viajábamos esa noche bebemos licor, mi amigo. El que manejaba el carro iba a una velocidad moderada, le dijimos que acelerara parapasarle al busito, fue entonces que vimos a las monjas. Nos quedamos petrificados porque al acelerar al pasarle al carro de las monjas no supimos qué rumbo tomó, en otras palabras, desapareció ante nuestros ojos.
Los amigos guardaron silencio, conocían bien la carretera y era imposible que el carro de las monjas tomara un atajo y se desviara.
-Es la verdad muchacho, la única verdad.
Con el correr de los días sucedió algo que cambió las cosas. Una muchacha prima hermana del joven llamado Rolando le contó alarmada que lo de las monjas no era un cuento de camino real como se decía, sino que una siniestra realidad. Agregó que ella viajaba en compañía de sus familiares por la carretera en horas de la noche y al llegar cerca del puente El Comandante miraron un busito.
Al principio no les llamó la atención hasta que con las luces del carro se dieron cuenta de que en la parte trasera viajaban una monjas; al tratar de rebasar el bus, éste desapareció misteriosamente.
Pasó el tiempo y poco a poco se fue olvidando el asunto de las monjas. En cierta ocasión Rolando Sarmiento y sus amigos decidieron viajar al puerto de Tela a darse un chapuzón en el mar, disfrutarían de un fin de semana comiendo pescado frito y caminando por las playas.
-Oíme Rolando, ya se está haciendo de noche.
-Hombre, por la noche se pone mejor la temperatura, así viajaremos con más tranquilidad.
-Es verdad muchachos, móntense en el carro que nos vamos.
Salieron muy contentos del puerto de Tela rumbo a la ciudad de El Progreso, iban cantando alegremente, eran aproximadamente las diez de la noche. Disfrutando iban en aquella hermosa noche de luna cuando al aproximarse al puente El Comandante vieron que delante de ellos viajaba un busito, con las luces alumbraron a los pasajeros y viajaban atrás y se dieron cuenta de que eran unas monjas.
-Dios mío, ¡son las monjas!
Rolando aceleró para pasarle al busito, una nube de polvo se levantó de pronto, pero él no era de los hombres que se detenían ante nada y aceleró más su vehículo hasta que logró ver el carro de las monjas. Vio que el atuendo de las religiosas era desconocido en aquellos lugares.
-Que nadie mire hacia atrás, dijo Rolando, les estamos pasando.
Pero como la curiosidad es traicionera, cuatro de los seis muchachos que viajaban con Rolando no hicieron caso a la advertencia y vieron hacia atrás.
-Dios Mío, no puede ser… acelera Rolando y no te detengas.
-Dale Rolando, sácanos de este infierno.
-Les advertí que no voltearan, dijo Rolando, ya salimos de aquí….
Cuando llegaron a El Progreso los cuatro jóvenes iban mudos temblando de pies a cabeza, tuvieron que sacarlos del vehículo con la ayuda de sus familiares y esta vez los progreseños se dieron cuenta de la realidad. Sí existía un carro fantasma que transportaba a unas monjas.
Días después, cuando les pasó el susto, los testigos oculares de aquel suceso extraño manifestaron que cuando vieron hacia atrás las luces interiores del busito se encendieron y unos esqueletos humanos iban sentados.
¿Quiénes eran aquellas monjas? ¿Qué fue lo que les sucedió? Nadie lo sabe.

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